Beto Casella: “El chico rico sin motivación, aburrido, con mucha plata y con fuerza física, es un cóctel explosivo”
“Argentina está más delirante que nunca”, agrega el conductor sobre el asesinato de Fernando en Villa Gesell. Además, en esta charla con Teleshow a horas de volver a la radio y al tevé, analiza la farándula, opina sobre Alberto Fernández y se emociona al hablar de sus padres: “Mis viejos son mis héroes, cada vez más”
Beto Casella desembarca en una nueva emisora y comienza la decimoquinta temporada de Bendita. Todo, el mismo día: este lunes 3. Pero antes, habla de todo con Teleshow. “Vamos a estrenar este formato, y estoy pensando mucho”, explica el creador del clásico radial Bien Levantado, que se emitirá en Continental, en dúplex, en la AM y FM del grupo.
“Cambiar de radio es fatal”, se sincera. «Me tocó mudarme dos veces en tres años, siempre por decisión propia, pero en el camino vas dejando oyentes. Lo ideal es estar mucho tiempo en una radio y que la gente ya te tenga situado ahí. Así que hay que pelearla”, asegura Beto, dispuesto una vez más a convertirse en el líder de las mañanas. Y en referencia a la crisis de los medios y las dificultades públicas y privadas que vivió en los últimos años, agrega: “Prefiero esta cosa que no es de lo más saludable, de estar mudándote, a trabajar con amateurs. A priori, ya sé que esta gente es seria y trabaja en condiciones”.
Y al fin, con un mix entre su propio equipo y periodistas propuestos por la radio, mañana a las 9 de la mañana Beto saludará a su público en su nueva casa, y por partida doble.
—¿Cómo está la pareja?
—Muy bien, en un formato de tres días, no, cuatro días, sí, de convivencia. Cada uno tiene su departamento. Y funciona muy bien.
—La última vez que charlamos estaban en un impasse; les hizo bien.
—Los impasses a veces no están mal. Hay gente que cuando hay un impasse es porque se están por separar, pero no siempre: unos revisan algunas cosas y tienen ganas de que la relación sea próspera.
—Hoy, ¿cuál es tu mejor plan de un viernes a la noche?
—Yo soy de planes módicos. Las épocas de “vamos a comer medialunas a la avenida Constitución en Mar del Plata con Isidoro Cañones«, ya han pasado. Un programa puede ser mucho teatrito independiente. Voy seguido al micro teatro. Soy muy de bar. Incluso si me voy de vacaciones busco lugares donde haya bar, donde haya mantero, donde haya color, donde haya negocios. Por ahí no te hago Cancún, no te hago all inclusive; 15 días de playa, me mato. Me gusta meterme en una librería. Me gusta hablar con la gente del lugar.
—¿Cómo sos como suegro?
—Bien, correcto, no jodo. Amable. Y siempre en estas épocas de crisis preguntando: “¿Necesitan algo?”. Habría que preguntarle a Noe (su nuera), pero me parece que sienten mucho aprecio por mí.
—No fuiste un suegro pesado.
—No. He criado a mis hijos en una absoluta libertad, con los límites por supuesto que corresponden, pero en absoluta libertad. Jamás hubiera puesto el mínimo cuestionamiento respecto de cuál era mi opinión sobre las parejas de mi hijo. Él podría casarse con una mujer que esté detenida y a la que tiene que ir a ver una vez por semana al penal, y yo lo apoyaría.
—Hablabas de límites. La sociedad está muy impactada y uno de los cuestionamientos está vinculado a los límites a partir del asesinato de Fernando en Villa Gesell. ¿Qué lectura hacés de lo que está pasando?
—Escuché mucho estos días. El rugby tiene una condición natural, hasta por una cuestión de lóbulo frontal lastimado llegué a escuchar, que tiene la conducta torcida… Por supuesto que yo no pondría a todos los rugbiers en la misma bolsa. Sí hay un perfil de chico rico aburrido, rugbier… El chico rico sin motivación, aburrido, con mucha plata y con fuerza física, es un cóctel explosivo. La ejecución de este chico nos conmovió a todos por la forma, me parece que independientemente de que rápidamente se genera una condena, no sé si finalmente imputaran a dos, a tres o a los diez, hay que rascar un poco en eso. La violencia está instalada. Argentina está más delirante que nunca. Si vos ves cualquier programa de debate televisivo y están peleándose todo el tiempo, y probablemente los pibes también ven pelearse a los padres, o ven que todo el tiempo hay un entuerto callejero y uno se baja del auto y se lo rompe a los fierrazos, ¿por qué deberían salir sanitos? Ahí también ves el choque a veces de dos Argentinas. En la costa a veces confluyen muchachos del Conurbano, con un pasar modesto, con algunos pibes ricachones del Interior. Nosotros tenemos ahora como dos o tres Argentinas, o más. Pero hay chicos y chicas que por su condición social no se van a cruzar nunca ni geográficamente. Un chico de San Isidro con un pibe de Florencio Varela no se va a cruzar en general ni en los boliches, ni en los medios de transporte, no se van a cruzar en una universidad. Puede pasar más en la Costa, que los reúne más.
—Y en ese cruce, ¿funciona un cóctel explosivo?
—Sí. De clase social. El alcohol es un tema. Vos sabés que hay una jarra loca pobre y una jarra loca cheta. En algunos lugares del Conurbano tenés la jarra loca hecha con vino de baja calidad; a veces venden en el boliche jarra loca con lo que les va sobrando, con las colitas. No descubro nada. En algunos countries tenés la jarra loca hecha con whisky, con vinos caros, con pastillas que les roban a los padres, con ansiolíticos, con barbitúricos. Es otra forma de jarra de loca. Ni jarra loca comparten.
—Alguien me dijo hoy: “En Argentina no tenemos más muertos de casualidad”, en referencia a la violencia, al alcohol y demás.
—Yo coincido. Dios es argentino en ese aspecto. No parecen bastar las leyes. No hay políticas públicas. Todo está desatado. Si bien tenemos cosas divinas hay un aspecto de la Argentina que está en absoluta decadencia que no se está hablando. El otro día al pasar lo pesco a Pacho O’Donnell diciendo que a los japoneses se les enseña de chiquitos que no tienen nada, porque no tienen acero, no tienen demasiada tierra, no tienen manufactura propia. Todo hay que armarlo, hay que conseguirlo, hay que trabajarlo, hay que industrializarlo. Crecen en un criterio de conducta, si querés hasta moral de trabajo, y de seriedad. A los argentinos se nos dice desde chiquitos, esto lo decía Pacho, que tenemos el país más rico del mundo, los cuatro climas, tirás una semilla y crece un tomate. Pero parece haber quedado perimido eso. Estaría bueno tener conciencia de que el país ya no es tan rico, que hay que hacer lo que la tierra no da. O que por ahí lo que la tierra da no está bastando, salvo la soja, para ser el granero del mundo.
—¿Tenés confianza en Alberto Fernández y el país que viene?
—Alberto encarna un movimiento político que siempre estuvo más atento a una forma de distribución más justa. Espero que esta vez se repita. Mi duda es si se va a poder con tanto endeudamiento. Es difícil al mismo tiempo poner en marcha un plan de producción, de fomento de las pymes, de generar empleo, cuando estás pensando todo el tiempo: “¿Cuánto les debo a estos para el mes que viene?”. Respecto de las intenciones creo que históricamente el peronismo, con todas sus contradicciones y arbitrariedades, ha reparado un poco más en el que menos tiene. Y hoy es prioridad reparar en el que menos tiene.
—El país está país muy golpeado.
—En emergencia. Yo confío siempre. Cuando asumió Macri, todos en el fondo por ahí pensábamos: “¿Y si es verdad que por ahí, por el origen de Macri y de los componentes de su Gobierno, los respetan más y se animan más a invertir?”.
—¿Te decepcionó?
—No pudo. No pudo con la crisis nunca. Esto no lo duda nadie, porque además están los indicadores, porque podría leer desde el empleo hasta las empresas cerradas y la pobreza que creció. Hay gente que dice: “Él se encargó de conservar la República, y había que darle cuatro años más”. No sé si el país está para esperar cuatro años, como tampoco está para esperar cuatro años de Alberto. Hoy estamos terceros, después de Venezuela y Zimbabue, entre 160 países en el pico de la inflación. Ese solo dato, además de todo lo que hablamos recién de esta sociedad delirante, me parece que demanda un debate de todos los dirigentes. Estamos necesitando una nueva clase de líderes que estén viendo estas cosas y que hablen del por qué la decadencia argentina. La inflación tampoco es algo que pudo domar la gestión kirchnerista. Pero si vos me preguntás si para este país enloquecido un modelo medio keynesiano, donde el consumo genera más trabajo y el trabajo redunda en consumo, y por lo menos se mueve un poquito de platita… Yo lo vi. Hubo dos, tres años de la gestión kirchnerista donde se vio un poco más de prosperidad. Yo salía de la radio y venía un montón de gente, zapateros, marroquineros, que querían hacer publicidad en el programa. Eso es la economía también.
—¿Te convocaron para conducir algún acto de gobierno alguna vez?
—No tengo un amor litúrgico por ninguna agrupación política hoy como para ir y conducirle un acto.
—Te llevo un poquito al espectáculo. ¿Qué te pasa con los escándalos de la temporada?
—La farándula argentina siempre fue quilombera, desde la época de Radiolandia para acá. Siempre hubo líos de peleas de cartel, de amoríos no confirmados, de trampas…
—¿Te divierten?
—Sí, pero el límite es cuando hay chicos. No sé si me parece de buen gusto nombrarla, pero todo el mundo sabe de quién hablo. Veía una señora el otro día que está en televisión diciendo: “Sí, estoy separada, pero por plata yo me dejo hacer cualquier cosa”, o “Sí, el otro día fui a un telo con un tipo”. Yo no soy mojigato, puritano, pero los chicos son el límite. Los hijos no la pasan bien. Los chicos a determinada edad son muy crueles en el colegio, en los grupos sociales, en el club, y no me parece que se la hagan pasar bien a los hijos de una pareja que a mí me parece que a cualquiera le puede pasar lo que les pasó, pero vos tenés cien formas de abordar el tema, de afrontarlo, de explicarlo. Ese es un límite. Después sí, me divierte, porque la verdad que también es una forma de entretenimiento para mucha gente.
—¿Antonio Gasalla?
—Gasalla tiene una edad que hay que respetar. No lo estoy tratando de viejo, tengo mucho respeto por la gente grande.
—Además de la edad es un talentoso, pero los movileros a los que maltrata están trabajando.
—Sí, sí, no lo reivindico porque a veces maltrata. Pero también estamos hablando de un hombre que está un poco hinchado las pelotas. Ha dado cien mil reportajes en la vida. Lo van a buscar a veces para temas menores… Son las reglas del juego, pero yo me pongo en el lugar de Gasalla, con todo lo que ha hecho, y por ahí el tipo tiene ganas de que le pregunten: “¿Qué vamos a ver este año en el verano tuyo?”. Pero le dicen: “¿Por qué no estuvo en la foto Fátima Flores?”. Uno le recomendaría que se relaje y diga: “No sé, Fátima llegó tarde”. Pero se enoja, lo cual no le debe hacer bien a su salud. Pero no deja también de ser un personaje que le rinde en ese formato de tipo grande enojado. Capaz que un móvil con Gasalla diciendo: “Sí, se van a divertir, vengan al teatro, la verdad que estamos…”, no sale al aire. Gasalla sale al aire si se calienta.
—¿Quién es tu pareja preferida de la farándula?
—Los veo envejeciendo juntos a Nico Vázquez y Gimena Accardi. Me caen bárbaro.
—¿De quién no sos amigo y te gustaría ser?
—Sería interesante compartir una comida con Calamaro, que a veces lo veo tuitear cosas interesantes. Sabemos que nos ve todas las noches. Me gustaría ser amigo del Pity Martínez porque soy de River y porque lo queremos mucho. Me comería unas pastas con el Turco Asís. En general, con alguien con el que por ahí pueda profundizar y aprender algo siempre.
—Alguna vez me dijiste: “Soy una persona más de culo que de talento”.
—Sí, todavía no me explico bien cómo llegué a este lugar, que tampoco es ¡guau!, pero bueno, un lugar que no tienen tantos en la tele y en la radio. Por ahí en la radio un poquito más sí, por cierto lenguaje que manejamos y ciertos temas que abordamos me puedo explicar un poco más que haya mucha gente que nos siga.
—Pero llevás 15 temporadas de Bendita.
—Pero trayectoria es trayecto, es lo extenso.
—También es convalidación del público: hoy la tele no te mantiene más de tres meses si el público no te elige.
—Para mí es un misterio. En el secundario, profe de Castellano, siempre recuerdo un poema de Conrado Nalé Roxlo. Era algo así como: “Para que tengas tu vida más profunda y más hermosa mirala también dolorosa, mirala de despedida». Con el tiempo lo entendí. Ahora es algo a lo que echo mano, porque es mejor pensar que las cosas pueden durar una semana más. No con una mirada de catástrofe, sino al revés…
—Para disfrutarlas.
—Esto se va, pasa, dura un rato. Tengo siempre esa mirada con lo que hago, con los laburos. A veces con las relaciones. Con tus hijos. Hay un montón de gente con hijos adolescentes que están padeciendo esta cosa del que parte. A los 13, 14, arrancan con: “Yo me quiero ir de vacaciones con Camila, no con ustedes”. Y ya al año se empieza a encerrar en la habitación, no quiere saber nada con el mundo de la familia, los consideran unos pavotes. Y si se generara una discusión en donde papá o mamá le dicen: “¿Para esto me maté laburando, para que tengas…?», te responden: “Nadie te lo pidió”, con una voz seca, lacónica y terminante. Después hacen su vida, ni hablar cuando ya forman pareja. Mucha gente grande te dice: “Le dejo mensajes y no me los devuelve”. En ese sentido la mujer conserva más el lazo. El hombre muchas veces es de mariconear, y cuando forma pareja mata a los padres. Deja de mantener el contacto que tenía antes.
—¿Vos hiciste eso?
—No. Yo, tano; eso perdura hasta el último día de la vida. No tengo esa cuenta pendiente. Tuve mi época difícil de adolescente, de hacerme el canchero, de amagar que me iba de casa, de irme de casa, literalmente, con un bolsito cuatro días, y volver.
—Les has dado dolores de cabeza, pero siempre volviste.
—Sí. Y nunca la indiferencia cuando vos ya hacés tu vida. Me parece que es totalmente injusto.
—Te brillan los ojos, ¿te emociona?
—Siempre me emociono cuando hablo de mi vieja y de mi viejo, quizás porque a medida que pasa el tiempo crece la imagen de ellos porque con todo, a la edad de ellos, y mucho antes, empezás a pensar lo que hicieron: subirse a un barco a un país que no sabía ni cómo se llamaba, gratis porque los traía Perón. Ir a laburar al Mercado Central de changarín dos, tres, cuatro años. Laburo durísimo levantando cinco jaulas de tomate. Alquilando una piecita para dos, tres años después, decir: “Bueno, tengo algo”. Alquiló algo más grande para poder traer a mi mamá y a mis dos hermanos mayores en ese momento. Haber tenido esa simpleza sabia para educarnos en la rectitud, en no lastimar a otros, en no quedarte con nada que no te corresponda. Apenas hablaban el castellano. Ellos no terminaron el primario. Mis viejos son cada vez más mis héroes en este lío. Nada nos hizo falta, mirá que vivíamos en una casa tan precaria, una prefabricada, pero nunca faltó un plato de comida. Hay cosas que yo se las valoro todos los días.
—Hoy al Beto que le va bien, que no vive en una casa prefabricada y que no le falta nada, ¿le quedan cosas del que pasó esas falencias?
—Total. Yo no necesito nada más que lo que tengo. Por eso me desprendo. No necesito, no es una pose, eh: los que me conocen lo saben, desde el autito que tengo, el departamento en el que vivo, todo bastante austero. No tengo nada contra el que se compra una Ferrari. Es una suerte necesitar poco, está bueno porque no te demanda más. Casi que podría tener un trabajo mucho más modesto que el que tengo y viviría lo mismo porque gasto poco, porque no soy de gustos caros. Presumo que me viene de ahí, de esa austeridad, en donde también podés ser muy feliz y muy pleno. Acabo de terminar un libro que creo que se va a llamar La felicidad está en el Conurbano, y no lo digo yo, lo dicen especialistas que han estudiado este tema durante años. El rico es triste. Está comprobado. Está incluso estipulada la cifra según el país de hasta cuánto podés ganar y si pasás de ahí, pasás a deprimirte. Yo no quiero ese tipo de depresión de la prosperidad.
Fuente: Teleshow